La jornada para los funcionarios de casilla comenzó desde muchos meses atrás, con capacitaciones, ensayos, y el día de la elección desde, al menos, las siete de la mañana.

Todos ellos aceptaron ese rol por un espíritu de contribuir a tener un mejor país, donde todas y todos estemos incluidos y que nos permita cerrar esa terrible brecha de la desigualdad.

Compromiso con el país

Luisa Clementina se paró muy temprano, se alistó y dejó todo lo que normalmente hace en su domingo porque tenía un compromiso con su país. A sus 72 años ha participado varias veces como funcionaria de casilla, y lo sigue haciendo con orgullo y gusto.

Elena también fue esa presidenta de casilla que llegó a ésta con una carretilla llena de las boletas y todos los aditametos necesarios para que sus iguales pudieran votar.

Nunca se imaginarían que sería la carne de cañón donde la frustración de la población terminaría, debido a la falta de seriedad de algunos que no llegaron para armar las casillas y comenzar en punto de las 8, porque las filas ya están conformándose.

Tampoco porque las 1,000 boletas en las casillas especiales se terminaban debido a la demanda, un problema de cada año, y que las personas que están en tránsito no saben entender, mucho menos el hecho de que ellos no ponen las reglas.

Entre frustración, groserías y malas caras con los funcionarios de casilla

En muchas casillas, las frustración de los votantes se hizo evidente, y se descargaban con una sarta de groserías dirigidas a quienes, al igual que ellos, son ciudadanos; unos ciudadanos que prestaron su tiempo y que prefirieron tomar esa responsabilidad en lugar de estar en la calma de su casa, o cualquier otro lugar.

Mentadas de madre, insultos, caras y gestos, todo porque las cosas no salieron como algunos querían en la elección más grande de la historia de México, porque algunos de los funcionarios, incluso los presidentes de casilla, no tenían la experiencia para enfrentar este rol.

Y entonces viene a mi la pregunta, ¿quién les dijo que ellos eran el enemigo? Lo único que hicieron fue hacer todo lo que estaba en sus manos para que emitieran su voto, fue injusto que la frustración por no votar rápido, porque no ganara su candidato, la descargaran en ellos.

Para muchos funcionarios de casilla la lección fue «no volveré a aceptar estar aquí».

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