En países de Europa y en Estados Unidos, ser adulto mayor o llegar a la edad de la jubilación, se asocia con bienestar, descanso  calidad de vida.

Pero para los adultos mayores de 65 años en América Latina, suele significar todo lo contrario: seguir trabajando para poder comer cada día.

En la región residen 50 millones de adultos que superan los 65 años de edad, y una de cada tres debe seguir trabajando porque carece de un adecuado sistema de salud y de una pensión para subsistir.

La perspectiva es que para el 2065 esta población alcance los 200 millones, de acuerdo con cifras de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

En países como Bolivia, la tasa de participación laboral de los adultos mayores es del 56 por ciento, mientras que en Perú es del 48.5 por ciento.

Aunado a ello, existe una enorme disparidad en la participación de personas mayores de 65 años en la población activa de los países de la OCDE.

Japón, por ejemplo, tiene la población más envejecida del mundo, y el 13% de personas mayores de 65 años laboralmente activas.

En el caso de países latinoamericanos como Costa Rica, México y Chile, los porcentajes oscilan entre el 4% y el 5%.

En el resto del continente, el promedio aumenta porque las personas mayores no se jubilan, ya que necesitan seguir trabajando para ayudar a su familia y poder vivir.

 

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